El sitio de mi recreo

El sitio de mi recreo

miércoles, 26 de junio de 2013

Actitud

¿Como hacer tu vida extraordinaria? Doña Rosa era una ascensorista de un viejo edificio de juzgados  en Bogotá que usualmente estaba congestionado de visitantes,  los cuales, asustados, perdidos, molestos, afanados o simplemente  apáticos, esperaban atiborrarse en uno de los viejos ascensores.  Cuando se abría la puerta, la multitud que salía  empujaba a la que quería entrar,  armando un caos que se repetía en casi todos los pisos;  además del calor y los olores concentrados en el elevador.  A pesar de esto doña Rosa cuidaba su máquina como si fuera la más  fina y valiosa.  Cada mañana, ella brillaba las partes metálicas y la aseaba  lo mejor posible.  De todas maneras andaba sonriente y entusiasta,  saludaba y despedía al abrir las puertas,  disfrutaba sorprendiendo a sus viajeros frecuentes  al recordar sus nombres,  hacía bromas para que la gente sonriera,  y respondía de buena gana a toda clase de preguntas.  Aparte de eso vendía papel oficial,  sellos de correo, y en sus pocos ratos  libres le encantaba tejer ropa para bebés.  Un día alguien le preguntó cómo podía permanecer  tan contenta en esa clase de trabajo incómodo,  rutinario y mal pagado.  A lo que ella contestó:  - Muchas personas creen que yo actúo así por la gente,  pero en realidad lo hago por mí.  Cuando trato bien a mis pasajeros me siento satisfecha,  si los ayudo, la mayoría me trata bien y me aprecia.  - Sé que mi ascensor es viejo y mal mantenido,  -continuó-, pero cuando lo limpio y lo brillo,  me estoy cuidando a mí misma, porque aunque no  es mío, vivo en él muchas horas de mi vida  y si lo trato bien, me va a servir mejor.  - ¿Y todos los otros ascensoristas piensan así? -le preguntaron-.  - No, -respondió-, algunos de mis compañeros piensan  que su tiempo de trabajo no les pertenece a ellos.  Dicen que es el tiempo de la empresa.  Parecen ausentes, es como si murieran a las ocho de la mañana y  resucitaran a las seis de la tarde.  Suponen que trabajando de mala gana van a maltratar al jefe  o a otros, cuando en realidad es el tiempo  de su vida, algo que nunca van a recuperar.  Alberto, qué fácil es convertir lo ordinario  y lo rutinario en algo divertido y extraordinario.  Todos los días puedes hacerlos diferentes.  Las actividades y las personas se vuelven aburridas  cuando le quitas el corazón a lo que haces.  ¿Cómo podrías hacer más extraordinaria tu vida?  La aventura no está en lo que haces , sino en cómo lo haces.